¿Por qué, pues, no me enfervorizo más en tu presencia adorable? ¿Por qué no me preparo con más fervor a recibir tu Sagrada Eucaristía, cuando aquellos santos patriarcas y profetas de la antigüedad y aquellos príncipes y reyes, con el pueblo entero, demostraron tanto fervor en celebrar el culto divino?
El Santo rey David, con toda la alegría de su alma, danzó ante el Arca de Dios (2 Reyes 6, 14). Recordando los beneficios que el Señor había hecho a sus antepasados: mandó hacer instrumentos musicales para dar solemnidad al culto (2 Crónicas 7,69). Compuso salmos y ordenó que los recitaran con solemnidad; inspirado por el Espíritu Santo acostumbra cantarlos él mismo con acompañamiento de cítara, y enseñó al pueblo de Israel a glorificarlo con toda su alma, y a bendecirlo a alabarlo con mucho agradecimiento todos los días.
Si tanta devoción tenían entonces, si tanta gloria se le daba a Dios ante el Arca de la Alianza, ¿Cuánta mayor devoción y reverencia debería yo tener, y tener también todo el pueblo cristiano, y en la recepción de la Sagrada Comunión de tu Cuerpo Santísimo?
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