Por Miles Christi Manuel Cuevas, Manuel Cuevas
Hoy 7 de octubre de 2017, se conmemora el 446° aniversario de una de las batallas decisivas para la Cristiandad y diría que para el mundo occidental, el poder del turco musulmán amenazaba con dominar Europa, los reinos Cristianos en constantes luchas entre si no preveían que el enemigo verdadero estaba al alcance de una galera,que perder contra el Islam significaba, vasallaje, esclavitud y perdida de todo lo que representaba la civilización occidental y sobre todo la fe.
El único que parecía ver todo en contexto era el Papa San Pio V, quien buscó de todas las formas posibles hacer que los cristianos dejaran sus rencillas y unidos presentaran un frente común al Turco invasor.
Ya estaban lejos la época de las cruzadas, era el tiempo del humanismo renacentista,de los grandes descubrimientosy las conquistas ultramarinas ,pero tambien de la reforma protestante y de la consolidación de los estados Europeos que empezaban a tomar conciencia de su nacionalidad e idiosincracia y en ese panorama turbulento el Islam quería llegar como un león buscando devorarlo todo.
La historia de la salvación es un continuo devenir de sucesos que involucran al hombre en su relación con Dios y en el que no hay acto por sencillo que parezca que sea aislado y que no tenga alguna repercusión en el futuro de la humanidad
Lepanto es el parte aguas de una época, de una lucha librada no solo entre el imperio Otomano y los reinos cristianos, sino entre el Bien y el mal, entre la civilización y la barbarie, entre el retroceso y perdida de la cultura y las artes acumuladas por siglos en Europa y el aniquilamiento de la misma si es que hubiera ganado el turco.
Es tan simple como que hoy en el mundo no hablariamos en nuestras lenguas Español, Frances, Ingles, Italiano, Aleman, etc,etc sino que se hablaría Arabe, que las mujeres usaran «burkas» en lugar de la ropa actual, que no habría sistemas democráticos verdaderos sino dictaduras y monarquías teocráticas, basta ver que han hecho los paises musulmanes en siglos, a pesar de que ellos fueron los agresores, a pesar que podriamos decir fueron los vencedores de las cruzadas militares, pero donde quedo ese poderío? solo se conservó lo que no estaba en contra del Coran y de sus leyes, su «Guerra Santa» parece que no se entiende aun en occidente que no terminará hasta que todo mundo se convierta al Islam o muera decapitado.
Aquí, a pesar de nosotros mismos, Dios nos cuida y nos da la oportunidad de que las puertas del infierno no puedan contra su Iglesia y contra el Pueblo de Dios, que somos los Cristianos,pero es preciso conocer a veces esos detalles de los que se vale el Señor,.
Por eso en tiempos de necesidad Dios ha mandado, profetas, reyes y guerreros, de esos ultimos Dios nos envió a Dn Juan de Austria, un verdadero caballero cristiano hijo natural de Carlos I de España y V de Alemania, excelente militar,estratega, junto con otros grandes militares como Andrea Doria, Alejandro Farnesio,Álvaro Bazán, Marco Colonna,por mencionar a los principales
El Papa San Pio V convoca la «Liga Santa» conformada por España, Los Estados Pontificios, la República de Venecia,La Orden de Malta, La República de Genova y el Ducado de Saboya.
El comandante Andrea Doria era devoto de la Virgen de Guadalupe, apenas a escasos 40 años de la aparición de la Virgen en México, ya se conocía el prodigio y el Almirante Doria llevaba una imagen de la Guadalupana en su barco Insignia con grimpolas verdes que cubrió el ala derecha de la armada cristiana
En 1571, 40 años después de las apariciones de la Santísima Virgen de Guadalupe en América, el almirante Juan Andrea Doria llevaba consigo una pequeña réplica de la Virgen de Guadalupe (Patrona de México y Emperatriz de América). Esta imagen se encuentra en la iglesia de San Estéfano en Aveto, Italia.
El grabado del post, muestra una escena de la batalla de Lepanto representando a la galera de Andrea Doria, donde se advierte la presencia clara de la Virgen de Guadalupe de México.
Es precisamente la aparición en Europa de un estandarte de la Santísima Virgen de Guadalupe en el buque insignia del almirante Juan Andrea Doria, durante el triunfo de la Batalla de Lepanto contra los mahometanos, el 7 de octubre de 1571 el que nos indica como la Virgen María realmente socorrió a los Cristianos frente a un enemigo mucho mas numeroso y terrible.
La fuente principal para determinar si la imagen guadalupana estuvo en Lepanto, es un libro de Antonio Domenico Rossi, titulado La B.V. di Guadalupe e S. Stefano d´Aveto. Note i Documenti, publicado por Tipografía Artística Colombo en 1910.
En ella, Mons. Rossi proporciona una historia del culto a la Virgen de Guadalupe en el valle de Aveto (Italia). En la iglesia de Santo Stefano d´Aveto se encuentra una imagen de la Virgen de Guadalupe en lienzo, que donó en 1811 a dicha iglesia Su Eminencia el cardenal Juan Doria Pamphili, secretario de estado de S.S. Pío VII, y quien era descendiente del almirante Andrea Doria. La donación a esta iglesia interesa por los testimonios que rodean a dicha imagen, y que se refieren, precisamente, a la presencia que haya tenido en la jornada de Lepanto.
El abuelo de Mons. Rossi, el abogado del mismo nombre Antonio Domenico Rossi, escribió una Memoria que se conserva en el archivo parroquial de Santo Stefano d´Aveto, donde dice:
“Dicho cuadro es una copia verdadera del original que existe en México, y fue llevado a Génova en las galeras del Almirante de España Juan Andrés Doria. Si se confronta el tiempo en que fue llevado como imagen principal de la capitana de dichas galeras, es razonable creer que el mencionado cuadro estuvo en la nave capitana en la famosa batalla de Lepanto en el día de la inolvidable victoria de los cristianos sobre los turcos, ganada por interés de María Santísima”.
San Pío V recibe la visión de la victoria católica en Lepanto
El Papa San Pío V trató de unificar a los cristianos para defender el continente pero contó con muy poco apoyo. Por fin se ratificó la alianza en mayo del 1571. La responsabilidad de defender el cristianismo cayó principalmente en Felipe II, rey de España, los venecianos y genoveses. Para evitar rencillas, se declaró al Papa como jefe de la liga, Marco Antonio Colonna como general de los galeones y Don Juan de Austria, generalísimo. El ejército contaba con 20,000 buenos soldados, además de marineros. La flota tenía 101 galeones y otros barcos más pequeños. El Papa envió su bendición apostólica y predijo la victoria. Ordenó además que sacaran a cualquier soldado cuyo comportamiento pudiese ofender al Señor.
San Pío V, miembro de la Orden de Santo Domingo, y consciente del poder de la devoción al Rosario, pidió a toda la Cristiandad que lo rezara y que hiciera ayuno, suplicándole a la Santísima Virgen su auxilio ante aquel peligro.
Poco antes del amanecer del 7 de Octubre la Liga Cristiana encontró a la flota turca anclada en el puerto de Lepanto. Al ver los turcos a los cristianos, fortalecieron sus tropas y salieron en orden de batalla. Los turcos poseían la flota más poderosa del mundo, contaban con 300 galeras, además tenían miles de cristianos esclavos de remeros. Los cristianos estaban en gran desventaja siendo su flota mucho más pequeña, pero poseían un arma insuperable: el Santo Rosario. En la bandera de la nave capitana de la escuadra cristiana ondeaban la Santa Cruz y el Santo Rosario.
La línea de combate era de 2 kilómetros y medio. A la armada cristiana se le dificultaban los movimientos por las rocas y escollos que destacan de la costa y un viento fuerte que le era contrario. La más numerosa escuadra turca, sin embargo tenía facilidad de movimiento en el ancho golfo y el viento la favorecía grandemente.
Mientras tanto, miles de cristianos en todo el mundo dirigían su plegaria a la Santísima Virgen con el rosario en mano, para que ayudara a los cristianos en aquella batalla decisiva.
Don Juan mantuvo el centro y tuvo por segundos a Colonna y al general Veneciano, Venieri. Andrés Doria dirigía el ala derecha y Austin Barbarigo la izquierda. Pedro Justiniani, quien comandaba los galeones de Malta, y Pablo Jourdain estaban en cada extremo de la línea. El Marqués de Santa Cruz estaba en reserva con 60 barcos listo para relevar a cualquier parte en peligro. Juan de Córdova con 8 barcos avanzaba para espiar y proveer información y 6 barcos Venecianos formaban la avanzada de la flota.
La flota turca, con 330 barcos de todos tipos, tenía casi el mismo orden de batalla, pero según su costumbre, en forma de creciente. No utilizaban un escuadrón de reserva por lo que su línea era mucho más ancha y así tenían gran ventaja al comenzar la batalla. Hali estaba en el centro, frente a Don Juan de Austria; Petauch era su segundo; Louchali y Siroc capitaneaban las dos alas contra Doria y Barbarigo.
Don Juan dio la señal de batalla enarbolando la bandera enviada por el Papa con la imagen de Cristo crucificado y de la Virgen y se santiguó. Los generales cristianos animaron a sus soldados y dieron la señal para rezar. Los soldados cayeron de rodillas ante el crucifijo y continuaron en esa postura de oración ferviente hasta que las flotas se aproximaron. Los turcos se lanzaron sobre los cristianos con gran rapidez, pues el viento les era muy favorable, especialmente siendo superiores en número y en el ancho de su línea. Pero el viento que era muy fuerte, se calmó justo al comenzar la batalla. Pronto el viento comenzó en la otra dirección, ahora favorable a los cristianos. El humo y el fuego de la artillería se iban sobre el enemigo, casi cegándolos y al fin agotándolos.
La batalla fue terrible y sangrienta. Después de tres horas de lucha, el ala izquierda cristiana, bajo Barbarigo, logró hundir el galeón de Siroch. Su pérdida desanimó a su escuadrón y, presionado por los venecianos, se retiró hacia la costa. Don Juan, viendo esta ventaja, redobló el fuego, matando así a Hali, el general turco, abordó su galeón, bajó su bandera y gritó: ¡victoria!. Los cristianos procedieron a devastar el centro.
Louchali, el turco, con gran ventaja numérica y un frente más ancho, mantenía a Doria y el ala derecha a distancia hasta que el Marqués de Santa Cruz vino en su ayuda. El turco entonces escapó con 30 galeones, el resto habiendo sido hundidos o capturados.
La batalla duró desde alrededor de las 6 de la mañana hasta la noche, cuando la oscuridad y aguas picadas obligaron a los cristianos a buscar refugio.
El Papa Pío V, desde el Vaticano, no cesó de pedirle a Dios, con manos elevadas como Moisés. Durante la batallase hizo procesión del rosario en la iglesia de Minerva en la que se pedía por la victoria. El Papa estaba conversando con algunos cardenales pero, de repente los dejó, se quedó algún tiempo con sus ojos fijos en el cielo, cerrando el marco de la ventana dijo: “No es hora de hablar más sino de dar gracias a Dios por la victoria que ha concedido a las armas cristianas”. Este hecho fue cuidadosamente atestado y auténticamente inscrito en aquel momento y después en el proceso de canonización de Pío V.
Las autoridades después compararon el preciso momento de las palabras del Papa Pio V con los registros de la batalla y encontraron que concordaban de forma precisa. Pero la mayor razón de reconocer el milagro de la victoria naval es por los testimonios de los prisioneros capturados en la batalla. Ellos testificaron con una convicción incuestionable de que habían visto a Jesucristo, San Pedro, San Pablo y a una gran multitud de ángeles, espadas en manos, luchando contra Selim y los turcos, cegándolos con humo.
En la batalla de Lepanto murieron unos 30,000 turcos junto con su general, Hali. 5,000 fueron tomados prisioneros, entre ellos oficiales de alto rango. 15,000 esclavos fueron encontrados encadenados en las galeras y fueron liberados. Perdieron más de 200 barcos y galeones. Los cristianos recuperaron además un gran botín de tesoros que los turcos habían pirateado.
Los turcos con su orgulloso emperador fueron presa de la mayor consternación ante la derrota. Dios, que en su justicia había permitido que parte de las naciones cristianas cayeran bajo la opresión turca, impuso aquel día un límite y no permitió que el cristianismo desapareciera. El Dios que pone límites a las aguas y conoce cada grano de arena, escuchó la oración y manifestó su poder salvador. Fue la última batalla entre galeones de remos.
Los cristianos lograron una milagrosa victoria que cambió el curso de la historia. Con este triunfo se reforzó intensamente la devoción al Santo Rosario.
En gratitud perpetua a Dios por la victoria, el Papa Pio V instituyó la fiesta de la Virgen de las Victorias, después conocida como la fiesta del Rosario, para el primer domingo de Octubre. A la letanía de Nuestra Señora añadió “Auxilio de los cristianos“. El Papa Pío V murió el primero de mayo de 1572, fue beatificado por Clemente X en 1672 y canonizado por Clemente XI en 1712. Sus restos mortales están en la basílica de Santa María la Mayor en Roma.
En 1569, (dos años antes de la batalla) el mismo Papa, en su Carta Apostólica “Acostumbraron los Romanos Pontífices” ilustró – y en cierto modo, definió – la forma tradicional del Rosario.
En 1573, el Papa Gregorio XIII le cambió el nombre a la fiesta, por el de Nuestra Señora del Rosario. El Papa Clemente XI extendió la fiesta del Santo Rosario a toda la Iglesia de Occidente, en 1716 (El mismo Papa canonizó al Papa Pío V en 1712). El Papa Benedicto XIII la introdujo en el Breviario Romano y San Pío X la fijó en el 7 de Octubre y afirmó:
“Denme un ejército que rece el Rosario y vencerá al mundo”.
Lo acontecido en Lepanto por intercesión de la Virgen y el rezo del rosario se repitió:
-en Viena, liberada por Juan Sobinski
-en Polonia, donde, en agradecimiento a Nuestra Señora por la victoria obtenida, se estableció la fiesta del Dulce Nombre de María.
–
Me pregunto yo, acaso no es necesario hoy más que nunca enfrentar a tantos enemigos de la fe? Acaso no debe toda la Cristiandad rezar el Rosario para que la Virgen María interceda por nosotros ante Dios? Pidamos de corazón a la Virgen en su advocación de Guadalupe que proteja a todos los Cristianos,que proteja al Papa Francisco, que ilumine y prevalezca la ortodoxia la Iglesia de Cristo que no tengamos miedo a defender y luchar por nuestra fe.
Por ultimo les dejo dos frases que vale la pena meditar pues parece que será tiempo de volverlas a emplear.
Don Juan de Austria:
«Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía ¿Dónde esta vuestro Dios? pelead en su Santo Nombre, porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad»
Y no menos celebre la frase de Miguel de Cervantes saavedra, participante de esta batalla:
» La más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros».
Recemos el Rosario,pidamos a Santa María de Guadalupe , Madre y Señora Nuestra, interceda ante su Hijo por su Iglesia para que siga fiel a Dios y de testimonio ante el mundo de su fe.
Yo soy Hijo de Dios y de la Virgen, el Rosario ha marcado mi vida desde que nací,les pido una oración por este pobre pecador que en este día vio la luz por gracia de Dios bajo la protección de la Virgen María.
DEUS VULT!
Fuente: Instituto eremita Urbanus
Historia Universal Pijoan
grandes batallas . es

Gracias por tan hermosa redacción aclararon mis dudas mui entendible para mi gracias
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