
El sacrificio redentor de Cristo es único, realizado una vez por todas. Y por esto se hace presente en el sacrificio eucarístico de la Iglesia. Lo mismo acontece con el único sacerdocio de Cristo: se hace presente por el sacerdocio ministerial sin que con ello se quebrante la unicidad del sacerdocio de Cristo: Et ideo solus Christus est verus sacerdos, alii autem ministri eius («Y por eso sólo Cristo es el verdadero sacerdote; los demás son ministros suyos») (Santo Tomás de Aquino, Commentarium in epistolam ad Haebreos, c. 7, lect. 4)