debemos decirles: ¡Tenéis una misión tan preciosa y sublime, porque os estáis preparando para formar una Iglesia doméstica en vuestra familia! Esta es la tarea de unos padres cristianos y por eso debéis avivar en vosotros los dones de la Confirmación». Actualmente los jóvenes laicos, tanto los que están casados como los que todavía no lo están, necesitan cultivar especialmente el don de fortaleza de entre los siete dones del Espíritu Santo. Necesitan despertar este don para poder profesar a Cristo sin miedo en esta sociedad neopagana, que muy probablemente desencadenará, especialmente en Europa, una nueva ola de persecución. El proceso de islamización continuará, y no descarto la posibilidad de que en unas décadas los cristianos sean marginados e incluso perseguidos. No sé si el modo será similar al de los tiempos de las catacumbas o al de los gulags comunistas, pero habrá medidas concretas de persecución y marginación de los cristianos en los países europeos. Debemos alimentar en nosotros tanto el don de fortaleza, como el don de piedad. La verdadera piedad es un don del Espíritu Santo. Esto significa que los padres y las madres deben tener un sentido profundo de lo sobrenatural y temor de Dios, de su presencia y de su gloria. Buscar su gloria, amar la oración y alabar a Dios, esa es la verdadera piedad. Por lo tanto, yo haría hincapié en la fortaleza, la piedad, y el temor de Dios. El don de temor debe ser entendido y vivido en el sentido de amar los mandamientos de Dios y temer no cumplirlos por falta de amor y respeto hacia Él. Esta disposición del alma y del espíritu debe ser transmitida de padres a hijos
Athanasius Schneider. Christus vincit!
