Los medios masivos, por otra parte, cumplen un rol esencial en cuanto al uso de las palabras, instalando y difundiendo significantes, y desconsiderando y censurando otros. Es sabido, en este sentido, que las palabras son tecnologías que median entre nosotros y la realidad; que el mundo es representado y aprehendido por el hombre con palabras, y que esas palabras no están adheridas a su referente más que por relaciones de arbitrariedad y convencionalidad. Ya Ferdinand de Saussure comprendió a fines del siglo XIX que el signo lingüístico es esencialmente arbitrario, es decir, que entre significante y significado no existe una relación natural.
Siendo así, es posible alterar las palabras en distintas direcciones, intentando modificar las representaciones que con ellas se construyen. Al decir de Sartori, «las palabras, con su fuerza alusiva semántica, estampan su sello en el pensar».
En otros términos, el lenguaje es un conjunto de símbolos, verbales o no, que utilizamos para significar determinadas cosas; según de la cosa que se trate, es posible cambiar las percepciones que sobre ella se tengan modificando aquellos símbolos del lenguaje que la refieren. Y los medios, que esencialmente comunican a través de símbolos, controlan en gran medida lo que podríamos llamar la «industria del símbolo», manejando a antojo la producción y distribución simbológica en la sociedad.
Ferdinand de Saussure, Curso de lingüística general (México D. F.: Fontanamara, 2011).
Sartori, La política, p. 32