Como muchas prácticas culturales, las circuncisiones masculina y femenina han sido ejercidas por numerosos motivos y continuadas por la tradición, incluso cuando las razones originales habían quedado atrás. Uno de los motivos menos conocidos en el caso de la primera es el control de la sēxûålidad masculina. Desde la Antigüedad hasta nuestros días se ha aprobado este procedimiento para reducir el deseo sēxûąl y canalizar las energías del varón al servicio del grupo o comunidad.
Estos argumentos para la circuncisión masculina pueden parecernos lejanos en el tiempo, pero no lo son. A mediados del siglo XIX el mundo anglófono reintrodujo esta práctica, que había sido abandonada en la Edad Media por la mayoría de los cristianos. Su propósito era el mismo: controlar la sēxûålidad masculina, y fēmėnina A continuación citas de médicos que hasta hace relativamente poco consideraban la circuncisión como una práctica que servía para disminuir el placer del varón y aminorar así sus impulsos sęxûâles.
Sugiero que todos los niños varones sean circuncidados. Esto va “contra natura”, pero ésa es precisamente la razón por la que debería hacerse. La naturaleza busca que los varones adolescentes copulen con tanta frecuencia y promiscuidad como sea posible, y para ese fin cubre los glandes sensibles, de modo que siempre estén dispuestos a recibir estímulos. La civilización, por el contrario, requiere castidad, y los glandes de los circuncidados rápidamente asumen una textura curtida menos sensible que la piel. Así el adolescente tiene centrada su atención en su pene con mucha menos frecuencia. Estoy convencido de que la masturbación es mucho menos común entre los circuncidados. Teniendo estas consideraciones en cuenta no parece apropiado razonar que “Dios sabe mejor cómo hacer niños pequeños”. [R.W. Cockshut. Circumcision. British Medical Journal, Vol.2 (1935): p.764.]
