La sociedad de consumo



emerge a partir de un giro axial que va de la producción al consumo. Su formación es contemporánea con el keynesianismo, y con respecto a la doctrina de Keynes no es accidental sino esencial. De una ética basada en la producción se va pasando rápidamente a una ética basada en el consumo. El capitalismo que supo analizar Max Weber es cosa de otro tiempo. Consumir: modo de obrar a través del cual se promete la salvación de las masas. El goce deviene derecho y deber al mismo tiempo: el Estado de bienestar es precisamente eso, un Estado menos paternal que maternal, menos represivo que seductor. Así, la ética protestante que acompañó en gran medida el desarrollo capitalista irá siendo socavada hasta desaparecer en la práctica. Trabajo duro, ahorro, vocación, serán reemplazados por autorrealización, consumo y diversión. El crédito inmediato aumentará todavía más las posibilidades del consumo y sus plazos, y será, según Daniel Bell, un factor crucial para minar la ética al calor de la cual se formó el capitalismo. En consecuencia, «el hedonismo, la idea del placer como modo de vida, se ha convertido en la justificación cultural, si no moral, del capitalismo». Que el capitalismo socavaría sus propias bases morales fue algo que ya había anticipado el economista austríaco Joseph Schumpeter tiempo atrás. Baudrillard parece coincidir en esto, al menos parcialmente, con Bell: «Las incitaciones a gastar, a gozar, a no hacer cálculos (“Llévelo ahora, pague después”) reemplazaron las incitaciones “puritanas” a ahorrar, a trabajar, a crear el propio patrimonio». En una línea similar, Byung-Chul Han sostiene que en el actual sistema la racionalidad ha cedido y «en su lugar entra en escena la emocionalidad» en lo que es un «capitalismo de la emoción» que invita al consumo no calculado.


Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo, p. 33.


*Schumpeter ya destacaba en 1942 cómo el racionalismo que el capitalismo ayudó a coronar como lógica de todas las actividades e instituciones humanas socavaría los elementos extrarracionales de los que el propio capitalismo depende, entre ellos, por ejemplo, la familia burguesa, que significaba un freno al hedonismo y un motivo para proyectar a largo plazo.

Joseph Schumpeter, Capitalismo, socialismo y democracia, Tomo I (Barcelona: Folio, 1996). Especialmente los capítulos XI, XII y XIV. .

Baudrillard, La sociedad de consumo, p. 85. En otro trabajo, Baudrillard va por el mismo camino: «el crédito es mucho más que una institución económica: es una dimensión fundamental de nuestra sociedad, una ética nueva» (El sistema de los objetos, p. 111).

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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