en el mundo de la imagen, las imágenes preceden a sus referentes: son causa y no efecto. En tal circunstancia, pues, las imágenes se vuelven referentes respecto de lo real; no representan lo real y ni siquiera producen realidades alternativas, sino que, más bien, se erigen como punto de referencia en virtud del cual lo real ha de asimilarse. La realidad se adecúa a las imágenes, y no al revés. Y si ello es así, el mundo de la imagen instaura el gobierno de y por las imágenes que cabe denominar imagocracia. Ese elemento cultural que es la imagen nunca fue tan importante para el poder y para la politica como en la posmodernidad, donde política y cultura se confunden crecientemente y donde, por lo mismo, la batalla cultural se vuelve permanente. Paul Valéry anticipó en cierta forma la llegada de este mundo al que me refiero: <Al igual que el agua, el gas o la corriente eléctrica llegan desde lejos a nuestras casas para satisfacer nuestras necesidades con el mínimo esfuerzo, llegaremos a ser alimentados con imágenes y sonidos, que surgirán y desaparecerán al mínimo gesto, con una simple señal.
El mundo de la imagen es aquel en el que las imágenes alimentan casi la totalidad de la experiencia cotidiana,apareciendo y desapareciendo por doquier, produciéndose y reprođuciéndose gracias a tecnologías de la imagen cada vez más sofisticadas. La imagocracia se juega en el dominio de esas mismas tecnologías de producción y distribución de imágenes. En este sentido, la constitución de este mundo y su forma de gobernar es inseparable de la reproducción técnica y mediática de las imágenes, que permiten que estas lleguen en cantidades siempre crecientes a las vidas de los individuos, y que se incorporen a las más diversas actividades rutinarias. Imagocracia: gobierno de, en y por la imagen; gobierno de, en y por la cultura.
Paul Valéry, <La conquête de la ubiquité>, en Pièces sur Part París, 1934. Citado en Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproducción mecánica (Madrid: Casimiro, 2019), pag 13
