LA DESDIFERENCIACIÓN «POSMODERNA»



A partir de los años setenta del siglo pasado, y con especial fuerza en los ochenta, la modernidad empezó a ser considerada por muchos no como algo «actual» (y eso significa precisamente en latín modernus), sino como algo que estaba más bien concluyendo: el hoy se convertía así en ayer; el ahora súbitamente aparecía, ahora, como pasado. No porque se estuviera regresando a los esquemas propios de una sociedad tradicional, claro, sino todo lo contrario: porque ahora debía buscarse lo que estaba más allá de la modernidad misma que —se dijo con insistencia a la sazón— había agotado ya sus fuerzas transformadoras. Desde entonces, filósofos y sociólogos emprendieron una carrera para bautizar rasgos sobresalientes de la sociedad que estaba emergiendo. Se dispuso toda una pasarela para el desfile de diversos candidatos: «hipermodernidad» (Lipovetsky), «modernidad líquida» (Bauman), «modernidad tardía» (Giddens), «segunda modernidad» (Beck), «sobremodernidad» (Augé), «sociedad post-industrial» (Bell, Touraine), «era informacional» (Castells), fueron tan solo algunas de las propuestas en danza.

En este marco caracterizado por la sensación de conclusión de una época y el consiguiente inicio de algo nuevo, apareció aquello de «posmodernidad» como forma de designar un nuevo período histórico, cuyo proyecto cultural fue denominado «posmodernismo». Los problemas que estas nociones traen consigo no son ni pocos ni sencillos de resolver. Porque, en primer término, ese «post» que obra de prefijo no está diciendo mucho más que «después de»; es decir, la conclusión de la modernidad no parece tan evidente si todo lo que podemos ofrecer en su lugar es una denominación que sencillamente significa «después de la modernidad». Habría en principio algo superado, y por ello mismo nos permitimos hablar de lo que sigue a la modernidad.

Pero en lo que sigue no hay nada tan claro aún y por eso todavía nos aferramos a «modernidad» como significante que conserva gran parte de su sentido. «Modernidad tardía» o «tardomodernidad» tal vez fuera, pues, más preciso. Dicho de otra manera, entre la antigüedad y la modernidad hay diferencias sustanciales, impresas en la propia etimología de cada palabra: la voz latina antiquitas significa «cualidad de viejo», y ya se ha visto que modernus significa «actual». ¿Pero cuál es la diferencia sustancial entre modernus y post-modernus? ¿Qué se supone que diferencia concretamente a lo actual de lo después de lo actual? ¿Qué queda de lo actual cuando hay un después de sí mismo? ¿No se convierte en este caso lo actual en antiquitas y lo después de lo actual en modernus?

AGUSTIN LAJE, LA BATALLA CULTURAL REFLEXIONES CRÍTICAS PARA UNA NUEVA DERECHA

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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