es la lógica económica la que termina en muchos casos superponiéndose a la lógica cultural, como sucedió por ejemplo con la figura del guerrillero Ernesto <Che> Guevara, devenido en camiseta estampada a pedido, en calcomanía de automóvil!, en película de Hollywood (Che, el argentino costó 5 8 millones de dólares y Soderbergh, su director, esperó una ganancia de 100 millones), en isotipo de una marca de jabón en polvo cuyo slogan es <El Che lava más blanco>, 504 y en un sinfín de productos de merchandising que hoy se pueden comprar a medida haciendo algunos clics en http://www.thechestore.com, portal en el cual todas las <necesidades revolucionarias> pueden satisfacerse con el debido auspicio de VISA, MasterCard, American Express y PayPal.
Cultura guerrillera que se vuelve objeto de consumo masivo, producido a la carta, enviado a domicilio, adquirido desde cualquier punto del mundo, listo para personalizar el vacío de existencias efímeras. La cultura quiere penetrar la economía, y la economía abre sus piernas, pero emprende, al mismo tiempo, un juego de cálculos y ganancias prostibularios con las significaciones que recibe, incluyendo sus héroes anticapitalistas y sus gestas épicas. La revolución comunista no se consuma en las mercancías revolucionarias, pero sí que-por medio de su consumo- se masifica un estado de ánimo que posa de contestatario, un conjunto de valores que se quieren subversivos, una forma de ver el mundo que ha sido entregada al sistema económico por aquellos que dominan el sistema cultural.
Mario Vargas Llosa, <El Che, cada vez más mito y menos realidad>, diario La Nación, Argentina (1 agosto 2005). Consultado en https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/
el-che-cada-vez-mas-mito-y-menos-realidad-nid726318.
