El Espíritu Santo da a algunos un carisma especial de curación (cf 1 Co 12,9.28.30) para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las oraciones más fervorosas obtienen la curación de todas las enfermedades. Así san Pablo aprende del Señor que «mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza» (2 Co 12,9), y que los sufrimientos que tengo que padecer, tienen como sentido lo siguiente: «Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24)
Valor salvífico del sufrimiento
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