La Sagrada Escritura, no puede ser interpretada libremente, pues ésta ha sido confiada a la Iglesia, por quien fue definida. A continuación, unas palabras de La Constitución dogmática Dei Verbum, en el numeral 9 y 10: «La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas; manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo fin. La sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo.
La Tradición recibe la Palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a sus sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación… El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo».
