Tal es la finalidad última y absoluta de toda la vida cristiana. En la práctica, el alma que aspire a santificarse ha de poner los ojos, como blanco y final que enderece sus fuerzas y anhelos, en la gloria misma de Dios. Nada absolutamente ha de prevalecer ante ella, ni siquiera el deseo de’la propia salvación o santificación, que ha de venir en segundo lugar, como el medio más oportuno para lograr plenamente aquélla. Ha de procurar parecerse a San Alfonso María de Ligorio, de quien se dice que «no tenia en la cabeza más que la gloria de Dios» y tomar por divisa la que San Ignacio legó a su Compañía: «A la mayor gloria de Dios». En definitiva, esta actitud es la que han adoptado todos los santos en pos de San Pablo, que nos dejó la consigna más importante de la vida cristiana al escribir a los Corintios: Omnia in gloriam Dei facite: hacedlo todo a gloria de Dios
TEOLOGÍA DE LA PERFECCIÓN CRISTIANA POR EL RVDO. P. FR. ANTONIO ROYO MARÍN, O. P
