El invento del Cristianismo




El Cristianismo fue simplemente una invención del poder romano para generar una población judía mucho más dócil que sepa dar “la otra mejilla”. Los judíos comenzaron a creer en esa invención y eso explica la gran expansión del Cristianismo ya que a los mismos romanos les convenía ello y, por tanto, todas las “dificultades humanas” que presenta la vía no son más que aparentes.

Respuesta: Básicamente esta es la objeción que presenta Joseph Atwill en su libro El Mesías del César: La Conspiración Romana para Inventar a Jesús. De acuerdo con Atwill el Cristianismo fue un invento de la monarquía de los flavianos para crear una población judía más dócil y manipulable luego de la experiencia de las revueltas judías en torno al 70 d.C.

Para lograr ello se valieron del historiador judío Flavio Josefo a quien hicieron escribir lo que hoy conocemos como el Nuevo Testamento, lo cual (supuestamente) podría demostrarse atendiendo a los paralelismos entre los Evangelios y las obras de Josefo. Por tanto, no existió Jesús ni los cuatro evangelistas ni tampoco el apóstol Pablo sino que todo fue producto de una “guerra psicológica” llevada a cabo por el poder romano. Pues bien, es absolutamente fácil demostrar que esta teoría es un total sinsentido. Ningún historiador serio está dispuesto a postular algo tan absurdo como que Pablo nunca existió o que no habían cristianos antes de la revuelta judía del 70 d.C. De hecho, sabemos que esto último es claramente falso por el testimonio del historiador romano Tácito que registra en su Anales que el emperador Nerón culpó a un grupo llamado “cristianos” del incendio de
Roma el cual sucedió hacia el 64 d.C., es decir, antes de la revuelta judía. Y no solo eso. Incluso en el caso extremo de que se plantee una hipótesis ad hoc tan descabellada como el decir que Tácito también era parte de la pretendida conspiración y que escribió eso posteriormente para crear un “antecedente”, Atwill tendría que justificar cómo sería posible que los romanos constituyeran comunidades cristianas en lugares como Éfeso y Tesalónica que existían desde antes de la revuelta judía. ¿Utilizaron acaso una máquina del tiempo? Si quiere Atwill puede creer en esa tontería, pero tendrá que hacerlo solo.

Asimismo, hemos visto que, de acuerdo con Atwill, Flavio Josefo habría sido el verdadero autor de los Evangelios. Ahí comete una evidente falacia de argumento por escenario. En efecto, él asume desde ya su teoría de que Flavio Josefo es el autor de los Evangelios y luego se pone a buscar todos los paralelismos posibles para probarlo. Pero ello es bastante arbitrario porque con ese tipo de “método” se podría atribuir la autoría de los Evangelios ¡casi a cualquier judío que haya escrito algo en el siglo I! Además, si Josefo hubiera sido el autor de los Evangelios ¿por qué habría escrito cuatro? ¿Acaso no bastaba con uno para “fabricar” los hechos? La hipótesis de Atwill resulta, pues, extraordinariamente implausible. Aun así, Atwill insiste en el error y llega al extremo de plantear que el apóstol Juan fue un mito. Pero eso es simplemente absurdo. Papías, alrededor del 120 d.C., nos dice que él conoció a Juan personalmente y que murió en Éfeso. A su vez, Ireneo nos dice que él conoció a Policarpo quien a su vez había conocido personalmente a Juan. Por tanto, si Atwill quiere sostener exitosamente su teoría tiene que eliminar no solo toda la evidencia del siglo I sino también ¡toda la evidencia del siglo II! Pero es la evidencia la que decide qué teorías se descartan y no las teorías las que deciden qué evidencias se descartan, le guste a Atwill o no (y al parecer no le gusta). Finalmente, las alegaciones de que Jesús nunca existió y que el Cristianismo no sería más que una combinación de doctrinas paganas ya han sido respondidas suficientemente en un capítulo anterior.

Pretender explicar el Cristianismo sin Jesús es simplemente irrazonable. Pero el nivel de irrazonabilidad de la tesis de Atwill es tal que incluso teóricos extremistas que también niegan la existencia de Jesús lo han criticado con mucha dureza. Ahí tenemos, por ejemplo, a Richard Carrier quien, luego de examinar su obra, lo sentencia del modo siguiente: “Le di una oportunidad justa. Pero Atwill nunca tiene ni un solo ejemplo defendible, raramente sabe de lo que está hablando, comete un montón de errores, inventa disparates, nunca admite un error, y es generalmente en mi experiencia un frustrante fanático delirante”. Si el mismo Carrier, que es un crítico encarnizado del Cristianismo, dice eso, a nosotros no nos queda mucho por decir. Las tesis de Atwill no merecen ni siquiera el menor examen pero ha sido necesario hacerlo por cuanto los medios “informativos” le han dado demasiada cabida. Y es que de la “noticia” no importa que sea verdad sino solo que venda. No obstante, más allá de noticias sensacionalistas y ventas, el Cristianismo sigue incólume como verdad.

Joseph Atwill, Caesar’s Messiah: The Roman Conspiracy to Invent Jesus, Ulysses Press, Berkeley, 2005

Tácito, Anales, XV, 44

Richard Carrier, «Atwill’ s cranked-up Jesus», Free Thought Blogs, October 9, 2013

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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