5 vias Santo Tomás de Aquino
4 vía, consideración
“Toda perfección limitada, en grado o forma, debe ser causada por otro”.
Una vez que notamos que en los seres de nuestra experiencia se da la perfección en distintos grados y formas, ello solo nos deja dos posibilidades: que tengan esta perfección por sí mismos, es decir, por esencia, o que la reciban de otro ser, es decir, por participación. El problema es que si tomamos la primera posibilidad nos encontramos inmediatamente con una grave dificultad. En efecto, si los seres de nuestra experiencia tuvieran sus perfecciones por esencia, ello implicaría que dichas perfecciones se agotarían en ellos pues no habría ninguna razón de ser particular que lo impida. Pero ello contradice evidentemente nuestras percepciones: la persona más inteligente no agota en sí toda la perfección de la inteligencia porque siempre es posible que haya alguien más inteligente o conozca mejor otras cosas, y la mujer bella no agota toda la perfección de la belleza porque no incluye en sí la belleza propia de la pieza musical o de la construcción arquitectónica. En consecuencia, dado que ninguna perfección puede pertenecer por esencia a los seres de nuestra experiencia ya que siempre la tienen limitada en grado o forma, es necesario aceptar que la tienen por participación, es decir, causada por otro.
“No es posible una cadena infinita de transferencia de perfecciones; por tanto, es necesario llegar a un ser esencial y máximamente Perfecto”. Ahora bien, si todo ser que tiene una determinada perfección, siendo ésta limitada en grado y/ o forma, la tiene recibida de otro, podría darse el caso de que este segundo tenga la suya recibida de un tercero y así sucesivamente ad infinitum. Pero ello es imposible porque si así fuera, dado que tendría que pasar un proceso infinito de transmisión de perfecciones participadas, jamás podríamos encontrar perfección alguna en los seres de nuestra experiencia, lo cual es evidentemente falso. Por tanto, es necesario llegar a un ser esencial y máximamente Perfecto, es decir, que tenga la perfección por sí mismo y sin ninguna limitación. Ilustremos lo anterior por medio de una analogía (aunque imperfecta, claro está): imaginemos que nos estamos calentando con un determinado objeto. Entonces nos planteamos la cuestión de si este tiene el calor por esencia, es decir, en sí mismo, o participado, es decir, recibido de otro. Al instante nos damos cuenta de que recibe su calor de un segundo objeto. Y este segundo objeto de un tercero y así sucesivamente. ¿Pensaremos por ello que la cadena de transmisión de calor es infinita? De ningún modo. Si nos estamos calentando es justamente porque el proceso de transmisión de calor es finito. Por tanto, nos vemos compelidos a pensar (incluso si no lo vemos) que existe un objeto que tiene el calor por sí mismo y no recibido por otro que lo transmite a todos los demás, como el fuego (o el movimiento de las partículas subatómicas que lo generan)
¿DIOS EXISTE?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer. Dante A. Urbina
