La persecución de los cristianos El célebre historiador Tácito describió en sus Anales la persecución de los cristianos por parte de Nerón. El emperador ambicionaba construir un palacio inmenso, conocido como la Domus Aurea, la Casa de Oro. Ocupaba alrededor de 50 hectáreas y para hacerse de espacio para su construcción, Nerón provocó un feroz incendio en el año 64 que duró seis días, seguido por uno menor en escala, pero igualmente destructor. La ciudad de Roma estaba dividida en 14 regiones. Refiere Tácito que tras el incendio quedaron solo cuatro regiones enteras, tres asoladas del todo, y en las siete restantes muy pocas casas, sin techo y medio quemadas. Mientras la ciudad se consumía en llamas, Nerón cantaba en un tablado que tenía en su casa comparando este incendio con la destrucción de Troya. En los incendios se perdieron muchas vidas y también templos y altares dedicados a los dioses romanos, incluyendo la luna, Hércules y Júpiter. La gente no estaba contenta con Nerón, acusándolo de haber provocado estos incendios, cosa que él negaba. Como la gente no le creyera, el infame emperador culpó a los cristianos, quienes eran despreciados por los romanos.
Tácito ve con beneplácito la persecución de los cristianos y describe cómo fueron castigados al principio por profesar públicamente su religión y más adelante, no tanto por haber sido culpados por los incendios, sino porque se había logrado convencer a los romanos de aborrecerlos. Detalla el historiador que a unos los vestían de pellejos de fieras para que los despedazaran los perros. Otros eran crucificados. Unos más eran quemados vivos para alumbrar los huertos de Nerón por las noches. Seguramente para ser quemados, los cristianos eran atados a cruces de la variante crux simplex, formadas solo por el stipes, que era el poste, sin el patibulum ¸ que era el travesaño. Pero reconoce el autor de los Anales que estos castigos movían a la compasión y a la lástima, pues no se les quitaba la vida por provecho del público, sino para satisfacer la crueldad de uno solo, Nerón.
666 El Criptograma Apocalíptico. Mauricio I. Pérez
