En realidad Jesucristo no murió en la cruz, solo se desmayó.



Nadie puede morir por estar tres horas en la cruz. El propósito de la crucifixión era constituirse como una muerte lenta, dilatada. De ahí que, como registran los mismos Evangelios, Poncio Pilatos se haya asombrado cuando le dijeron que Jesús estaba muerto (cfr. Marcos 15: 44). Pero solo se había desmayado. Entonces, luego de tres días de reposo en el sepulcro, se recuperó y fue con los apóstoles, quienes lo creyeron resucitado. Por tanto, es esto, y no la teoría de la resurrección, lo que explica los tres hechos mencionados.

Respuesta: Esta es la llamada teoría de la muerte aparente cuyo más conocido defensor
fue el teólogo racionalista alemán Friedrich Schleiermacher y que ha sido también defendida por el apologista islámico Ahmed Deedat. De acuerdo con esta teoría, la muerte de Cristo en la cruz no fue real sino aparente de modo que no hubo propiamente una “resurrección” sino más bien una “reanimación” y eso es lo que explica los tres hechos mencionados. Sin embargo, esta teoría es sumamente débil. En primer lugar, porque resulta en extremo implausible el postular que Jesús no había muerto en la cruz. Es cierto que Poncio Pilatos se sorprendió al saber que Jesús estaba muerto, pero quedó tan convencido con la seguridad del centurión que dio permiso a José de Arimatea para que retirara el cuerpo de la cruz (cfr. Marcos 15: 44- 45). De hecho, el que le atravesaran el costado pero no le quebraran las piernas (cfr. Juan 19: 33- 34) constituye la prueba irrefutable de la muerte de Jesús. Los soldados romanos acostumbraban quebrar las piernas de los crucificados para acelerar su muerte por asfixia (con las piernas quebradas ya no podían apoyarse sobre ellas para tomar aire) y si no lo hicieron con Jesús de seguro es porque ya no era necesario, es decir, ¡porque ya estaba muerto!

En efecto, “estos soldados romanos eran verdugos expertos, y es totalmente impensable que cometiesen un error en un asunto así. Pilato había dado la orden de que fuesen quebradas las piernas de los tres, y no hubiesen osado desobedecer excepto en el caso de estar totalmente seguros de que Cristo ya había muerto. Los incrédulos se exponen a la acusación de mantener un absurdo total si pretenden que Cristo nunca murió, sino que solo se había desmayado. ¡Los soldados romanos son testigos en contra de ellos!”. Y no solo eso. Aun concediendo al crítico, por un acto de caridad cristiana, que es posible que Jesús únicamente se hubiere desmayado, la teoría de la muerte aparente no logra explicar ni siquiera el primero de los hechos: la tumba vacía. ¿O acaso hay un incrédulo tan crédulo que sea capaz de sostener que un hombre que acababa de ser torturado, crucificado y traspasado pudo recuperarse solo y sin asistencia médica en un sepulcro cavado en la roca, deshacerse de metros de lienzos funerarios cargados de especias, mover la enorme piedra que tapaba el sepulcro, burlar a los guardias romanos y caminar varios kilómetros con los pies heridos para ver a sus discípulos? ¿Es acaso esto razonable?

Pero seamos en extremo caritativos. Concedámosle al crítico todo lo anterior: que Jesucristo solo se desmayó en la cruz y que fue capaz de sortear todas las dificultades enumeradas para dejar la tumba vacía. ¿Es ahora la teoría del desmayo una buena explicación? Parece que no, pues no da razón suficiente ni de la “poderosa y transformadora” experiencia de las apariciones ni de la consistente creencia de los primeros cristianos en la resurrección. Tan implausible resulta la teoría de la muerte aparente a este respecto que hasta el mismísimo crítico escéptico del Nuevo Testamento David Friedrich Strauss -quien desde luego no creía en la resurrección- escribió: “Es imposible que un ser que hubiese salido medio muerto del sepulcro, arrastrándose medio muerto y enfermo, necesitando asistencia médica y precisando de vendajes, recuperase fuerzas y, venciendo finalmente sus sufrimientos, hubiese podido dar a sus discípulos la impresión de que era el vencedor sobre la muerte y el sepulcro, el Príncipe de la Vida; impresión que constituyó la base de su ministerio futuro. Una reanimación así (…) no hubiese podido de ningún modo cambiar su tristeza en entusiasmo, ni haber elevado su reverencia en adoración”.

William Lane Craig, Reasonable Faith: Christian Truth and Apologetics, Ed. Crossway Books, Wheaton, 2008, p. 345

Ahmed Deedat, Was Christ Crucified?, Ed. Kazi Pubn Incorporated, 1992.

Arthur W. Pink, Exposition of the Gospel of John, Ed. Zondervan, Grand Rapids, 1945, p 248

David Friedrich Strauss, The Life of Jesus For the People, Ed. William and Norgate, Londres, vol. I, 1879,p.412

Friedrich Schleiermacher

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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