Análisis crítico del Judaísmo


La profecía de Daniel sobre las setenta semanas

Como es sabido, el Cristianismo es en cierto modo una “continuación” del Judaísmo hasta el punto que se habla en ocasiones de una “tradición judeo- cristiana”. No obstante, tanto Cristianismo como Judaísmo siguen siendo distintos y, por tanto, tiene que haber al menos un punto de divergencia entre ellos. ¿Y cuál es ese punto de divergencia? Pues una persona: Jesús de Nazareth. Los cristianos lo aceptan como el Mesías y los judíos aún lo rechazan. Es evidente, entonces, que la cuestión clave que tenemos que abordar en este capítulo es si efectivamente Jesús es el Mesías esperado por los judíos. Pues bien, al respecto nos encontramos con que hay muy buena evidencia de que Jesús es el Mesías. Una de las profecías que con más exactitud nos muestra ello es la llamada “profecía de las setenta semanas” del libro de Daniel.

“Setenta semanas han de pasar sobre tu pueblo y tu ciudad santa para poner fin a la rebelión y al pecado, para obtener el perdón por la maldad y establecer la justicia para siempre, para que se cumplan la visión y la profecía y se consagre el Santísimo. Debes saber y entender esto: Desde la salida de la palabra para restaurar y edificar Jerusalén hasta la llegada del Mesías, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos de angustia. Y después de sesenta y dos semanas le quitarán la vida al Mesías, pero no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir, destruirá la ciudad y el templo; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la multitud de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado caiga sobre el desolador” (Daniel 9: 24- 27).

Pues bien, para interpretar correctamente este pasaje debemos establecer primero el significado que tiene allí la palabra “semana”. Sucede que, a diferencia de nuestros días en que “semana” solamente se usa para nombrar un lapso de siete días, en la época de Moisés y los profetas esta se utilizaba también para nombrar un lapso de siete años. Así, por ejemplo, tenemos que después de que Jacob fue engañado cuando se le dio por mujer a Lea en lugar de a Raquel, Labán le propuso que trabajara otra “semana” para darle también a Raquel, diciendo: “Cumple la semana de esta, y se te dará también la otra, por el servicio que hicieres conmigo otros siete años” (Génesis 29: 27). Asimismo, en el propio libro de Daniel, cuando justo en el capítulo siguiente habla de “semanas”, se aclara que se trata de semanas de días: “No comí alimentos exquisitos, ni entró carne ni vino en mi boca, ni me unté con ungüento, hasta que se cumplieron tres semanas de días” (Daniel 10: 3). No habría necesidad de hacer tal aclaración si ya en lo precedente estaba hablando también de semanas de días. Por tanto, es claro que la profecía de Daniel se refiere a semanas de años.

Objeción

En primera instancia, tenemos que hay quienes argumentan que la fecha de inicio debería ponerse en el 538 a.C. con el decreto del rey Ciro. Sin embargo, este decreto se refiere únicamente a la restauración del Templo (cfr. 2 Crónicas 36: 23) y no al restablecimiento de la ciudad de Jerusalén, como es que requiere la profecía, y, por tanto, no es una opción viable. En cambio, el decreto real de Artajerjes en el 457 a.C. no solo habilitó la reconstrucción del Templo sino también el restablecimiento del sistema político y jurídico de Jerusalén. A su vez, hay quienes objetan la forma de conteo de las semanas. Por ejemplo, McComiskey argumenta que dado que aparece una puntuación disyuntiva (atnaj) en el texto masorético de Daniel entre las palabras “siete semanas” y “sesenta y dos semanas”, se debe entender que el Mesías vendría después de siete semanas luego de “la salida de la palabra para restaurar y edificar Jerusalén” y no de sesenta y nueve, de modo que no podría ser Jesús.

No obstante, basar un argumento en ello es como construir sobre la arena (o incluso sobre el aire) por el simple hecho de que tal tipo de puntuación ¡no existía en el original de los manuscritos hebreos! Más bien esas marcas “fueron agregadas por escribas judíos conocidos como masoretas muchos siglos después de la época de la crucifixión de Jesús”. Ergo, no hay nada de inspiración divina en tales puntuaciones como para tomarlas como vinculantes. Además, si revisamos las traducciones antiguas previas a la imposición de la puntuación masorética encontramos que: “En la Septuaginta, el Teodosio, el Símaco y la Peshitta las 7 y 62 semanas son tratadas como un solo período, al final del cual viene el ungido”. Y, por si eso fuera poco, hay que decir que el atnaj “no siempre indica un total acento disyuntivo, sino que también puede tener otras funciones (por ejemplo, dar énfasis y clarificación)”.

No obstante, podrá objetar alguno: “¿ Pero por qué entonces el texto no dice simplemente ´ sesenta y nueve semanas?”. Ante esto hay una respuesta perfectamente plausible: porque se quiere enfatizar el período de reconstrucción de Jerusalén, que bien podría ser de “siete semanas” (en cambio, si separamos las oraciones, tendríamos que las “sesenta y dos semanas”, es decir, 434 años, aplicarían a la reconstrucción de Jerusalén, lo cual es ilógico)

Charles Rollin, Ancient History: History of the Persians, Religious Tract Society, London, 1842, R 74.

Thomas McComiskey, «The seventy weeks of Daniel against the background of Ancient Near Eastern literature», Westminster Theological Journal, vol. 47 no 1 1985, 1 Pp. 18-45.

J. Paul Tanner, «Is Daniel’s seventy-weeks prophecy Messianic? Part 2», Bibliotheca Sacra,
vol. 166,2009, p.325

Roger Beckwith, » Daniel 9 and the date of Messiah ‘s coming in Essene, Hellenistic, Pharisaic, Zealot and Early Christian computation», Revue de Qumran, vol. 10, n’ 4, 1981, p. 522.

Arthur Ferch, «The book of Daniel and the Maccabean thesis’, Theology Papers and Journal Articles, Paper 6, 1983, p. 129.

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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