Antes de la tentación el alma debe vigilar y orar para no dejarse sorprender por el enemigo. Debe huir de las ocasiones de pecado y evitar la ociosidad, que es la madre de todos los vicios. Ante todo, debe depositar su confianza en Dios y en la Virgen María.
Durante la tentación ha de resistirla con energía apenas se produzca, o sea, cuando todavía es débil y fácil de vencer; esto lo puede hacer de dos maneras: directamente, haciendo lo contrario de lo que la tentación propone (alabar a una persona en vez de criticarla) e indirectamente, distrayéndose y pensando en otra cosa que absorba la mente. Este segundo procedimiento es el más eficaz tratándose de tentaciones contra la fe y la pureza.
Después de la tentación ha de dar humildemente las gracias a Dios si salió victoriosa; arrepentirse en el acto si cayó en ella, y aprovechar la lección para otras ocasiones
Los tentaciones de san Antonio
