El argumento de la milagrosa expansión del Cristianismo


Enunciación: La cuarta vía para mostrar la veracidad de la religión cristiana se basa en el claro carácter milagroso de la expansión inicial del Cristianismo y se estructura como sigue: 1. Si una religión exhibe singularmente una clara “ayuda divina” en su expansión inicial, debe ser la religión verdadera. 2. Teniendo prácticamente todo en su contra desde el punto de vista humano, el Cristianismo logró una rápida e impresionante expansión inicial. 3. La explicación más razonable para esto es una ayuda divina especial. 4. Luego, el Cristianismo es la religión verdadera


Premisa 3: “La explicación más razonable es una ayuda divina especial”. En efecto, si en términos humanos las oposiciones y obstáculos son inmensamente grandes y los medios con que se cuenta son inmensamente pequeños, lo único que puede lograr que lo segundo venza a lo primero es el factor sobre- humano, es decir, una ayuda divina especial. ¿Se dio esta ayuda para el surgimiento del Cristianismo? Lo más razonable es suponer que sí. Para probarlo nos basta con lo que sigue de la cita de Hillaire: “El filósofo se va, mientras, hablando consigo mismo, dice: ‘¡ Pobre loco! Es una lástima que este judío haya perdido la cabeza; parecía una persona respetable’.

Pedro besa su Cruz de madera y penetra en Roma. Allí, a pesar de los sacerdotes judíos, a pesar de los filósofos, a pesar de los Césares, funda la religión de Jesucristo; hace adorar por esos orgullosos romanos a un judío crucificado; persuade a los voluptuosos a que practiquen la penitencia y puebla de vírgenes aquella ciudad disoluta. El ignorante pescador demuestra su doctrina tan cumplidamente, que los que la abrazan derraman con gusto su sangre en defensa de la misma. Algunos años más tarde, el apóstol extiende sus brazos sobre la Cruz que ha predicado. Su muerte fija para siempre en Roma la sede de su imperio. Después de su martirio, la cátedra desde la cual ha enseñado nunca queda vacante. Durante trescientos años la espada de los Césares hiere a todos los que la ocupan. Pero su trigésimo segundo sucesor bautiza al César y enarbola la Cruz sobre el Capitolio.

En adelante, la Cruz de madera llevada a Roma por Pedro dominará sobre el mundo: Stat crux dum volvitur orbis. ¿No es este un milagro? ¡Un pescador triunfa de todo el poder romano encarnizado en destruir su obra, y el mundo adora a un judío crucificado, bajo la palabra de doce hombrecillos de Galilea! ¡Esto no era humanamente posible, y, sin embargo, ha sucedido!… La locura de la cruz ha triunfado de todo el universo: he ahí el monumento inmortal de la divinidad del Cristianismo. ¡El dedo de Dios está ahí!”. Ignorantes, miedosos, pobres, pecadores… es con base en un grupo de doce de este tipo de hombres que la religión del “judío crucificado” logra expandirse y finalmente establecerse en el tal vez más grande imperio de la historia: el Imperio Romano. Esto es simplemente inverosímil y no hay explicación más razonable que la dada por la propia tradición cristiana: que el día de Pentecostés el Espíritu Santo bajó sobre este grupo de hombres y les concedió gracias especiales para difundir el Evangelio (buena noticia) en todas las naciones (cfr. Hechos 2: 1- 11).

Luego de tres siglos de feroz persecución por parte del poder romano se da, en el año 313, libertad de culto a los cristianos con el Edicto de Milán y luego, en el año 380, se proclama al Cristianismo como religión oficial del Imperio con el Edicto de Tesalónica. En el año 476, luego de más de mil años de existencia, el Imperio Romano cae a manos de los bárbaros. Pero la Iglesia sigue en pie. Es evidente que verdaderamente la impulsa, ayuda y sostiene una mano divina… A este respecto, resulta muy interesante la reflexión del filósofo cristiano J. P. Moreland:

“Pensemos en el comienzo de la Iglesia cristiana. No hay duda de que comenzó poco después de la muerte de Jesús y se propagó tan rápido que en el transcurso de un período de quizás veinte años ya había llegado al palacio del César en Roma. No solo eso, ese movimiento triunfó sobre una cantidad de ideologías rivales y finalmente sobrepujó al Imperio Romano entero. Ahora bien, si usted fuera un marciano que observa el siglo I, ¿creería que sobreviviría el Cristianismo o el Imperio Romano? Probablemente no apostaría dinero por un grupo de gentuza cuyo mensaje principal era que un carpintero de un pueblecito desconocido que había sido crucificado, había vencido la tumba. Sin embargo, ¡fue tan exitoso que hoy en día llamamos a nuestros hijos Pedro y Pablo y a nuestros perros (…) Nerón!”

Conclusión: “El Cristianismo es la religión verdadera”. Dada la impresionante expansión del Cristianismo pese a que tenía todas las dificultades imaginables en su contra y solo disponía de medios humanamente ínfimos para hacerles frente, es legítimo inferir que allí hubo una ayuda divina especial. Y así lo veía claramente Orígenes cuando en su refutación a Celso, uno de los escritores paganos más críticos del Cristianismo en los primeros siglos, escribía: “Los cristianos, en cambio, han sido combatidos por el senado romano, por los emperadores que se han ido sucediendo, por el ejército y el pueblo y hasta por sus propios parientes, y se hubiera perdido su doctrina, vencida por tamaña conjura de asechanzas, de no haberla sostenido y levantado una virtud divina, hasta el punto de vencer al mundo entero conjurado contra ella”. “Yo he vencido al mundo”, dice Jesucristo (Juan 16: 33). Luego, el Cristianismo es la religión verdadera

A. Hillaire, La Religión Demostrada: Los Fundamentos de la Fe Católica ante la Razón y la Ciencia, Ed. Difusión, Buenos Aires, 1956, pp 238-241

Lee Strobel, El Caso de Cristo, Ed Vida, Florida, 2000, p. 295

Origenes, Contra Celso, Lib. cap. 3

«ECCE CRUX DOMINI – FVGITE – PARTES ADVERSAE – VICIT LEO DE TRIBV IVDA», en español: «Esta es la cruz del Señor. Huid, adversarios. Triunfa el león de la tribu de Judá».

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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