Opinión pública = opinión de unos cuantosLamentablemente los ideologos

Opinión pública = opinión de unos cuantos
Lamentablemente los ideologos


Si la opinión mayoritaria tiene semejante fuerza sobre el individuo, entonces aquellos medios que producen y reproducen esas opiniones son los depositarios en última instancia de semejante poder. En otras palabras, la opinión publicada, como opinión no ya del público general sino de aquellos que tienen el poder para publicar su opinión, dispone en la sociedad moderna de las condiciones técnicas para tomar las riendas de la opinión pública y en muchos casos sustituirla sin que se note. Cuando eso ocurre, pueden escenificarse mayorías que no son tales, invisibilizarse grupos que de repente desaparecen, celebrarse ciertas expresiones y ridiculizarse otras tantas. Los medios de masas no son muy distintos a los cómplices de Asch, en cuanto a la fuerza que su opinión conscientemente direccionada produce en los sujetos que no están avisados sobre la verdadera naturaleza del juego en cuestión.

Y en virtud del miedo al aislamiento social existen situaciones en las que los hombres entienden que sus opiniones particulares, cuando van contra lo que perciben como opinión mayoritaria, pueden generarles una serie de costos sociales que prefieren evitar. Entonces deciden callar (cuando no directamente cambiar su opinión), contribuyendo con su silencio a la sensación general de una opinión prácticamente aplastante en un sentido determinado a priori. Tal efecto fue bautizado como «espiral del silencio», por constituir un proceso en el que las voces que no se perciben como mayoritarias se van progresivamente autocensurando, y fue estudiado en particular por Elisabeth Noelle-Neumann en los años setenta con resultados sorprendentes. Decía Noelle-Neumann al respecto que

«el orden vigente es mantenido, por una parte, por el miedo individual al aislamiento y la necesidad de aceptación; por la otra, por la exigencia pública, que tiene el peso de la sentencia de un tribunal, de que nos amoldemos a las opiniones y a los comportamientos establecidos».

El hecho es que ese tribunal muchas veces está comprado de antemano por los medios de comunicación masiva (y estos, ¿comprados por quién?), y que las opiniones establecidas a las que el sujeto debe ajustarse para no ser condenado no son muchas veces tan espontáneas como apetecería pensar, sino más bien manufacturadas por tecnologías comunicacionales que llevan el sello del magnífico poder cultural de las sociedades modernas.

Elisabeth Noelle-Neumann, La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social (Madrid: Paidós, 2010), p. 89.

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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