hay que notar que este tipo de idiota se parece a un niño porque ni siquiera se cuestiona el problema del pasado: esa dimensión, sencillamente, no existe; no hay ninguna memoria significativa en la que abrevar. En cambio, para el idiota posmoderno de Deleuze y Guattari, el pasado existe como fuente de todos los males, y se vuelve objeto de negación: el pasado nos condena, nos sujeta, impide nuestra <creatividad>, y por eso hay que borrarlo, literalmente destruirlo. En esto, el idiota de nuestros tiempos es más un adolescente que un niño: sabe que tiene un pasado, pero lo advierte como una amenaza, como aquello que está demorando su desarrollo y plenitud. El adolescente, como el idiota posmoderno, entiende que no puede avanzar si no se despega de todo lo anterior: necesita renacer, precisa rehacerse
Por otra parte, el idiota posmoderno tampoco presenta ningún proyecto, no tiene ninguna visión concreta de futuro que vaya más allá de declaraciones de sentimientos o, en el mejor de los casos, superficiales enunciaciones de fines. Su visión hacia adelante se
reduce a expresiones de deseo, y por eso mismo no es.una visión hacia adelante, sino un presentismo absoluto: yo deseo ahora esto, yo siento ahora esto otro. Pero los proyectos no se conforman con la mera definición de fines, sino también de medios: no solo los qué, sino también los cómo. Son los medios los que terminan de imprimir en el proyecto su mirada hacia adelante: habrá que hacer esto si queremos lograr esto otro. El cómo pone en marcha el proceso que conduce hacia el futuro. Lo contrario es carpe diem disfrazado de filantropia y <justicia social>
Generación idiota: Una crítica al adolescentrismo. Laje, Agustin
