<Si es verdad que las conjuraciones son tramadas a veces por gentes de talento, son siempre ejecutadas por bestias feroces> (Antoine de Rivarol)
Muchos, muchísimos son los libros acerca de la Revolución Francesa. Ella, al decir del «sentir común», ha sido la «culminación del proceso de liberación», de la liberación de los reyes, de la Iglesia y de sus creencias, donde el hombre «se dio cuenta de que era libre»: libre de las jerarquías, libre de los dogmas, de la moral, de la tradición… Ni trono, ni Dios, ni culpa, ni guerras, ni cárceles, «prohibido prohibir», jauja, paz y felicidad universal y veinte etcéteras más. Se trata de un «dogma» conocido y repetido por los divulgadores de la historia oficial. Y si no, hagamos la prueba preguntémosle a un universitario medianamente «cultivado», cuáles son las ideas que le vienen a la cabeza cuando escucha decir las palabras «Revolución Francesa»; muy seguramente responderá:- «Democracia». – «Siglo de las luces». – «Libertad, igualdad, fraternidad». «Revolución y soberanía popular». – «Tolerancia». «Lucha por los derechos humanos», Etc., etc., etc.. Y no se equivoca en la repetición. Es lo que se viene explicando hace 200 años en nuestros colegios y
centros de estudios.
Con el objeto de dar un pantallazo general acerca de la «gloriosa revolución» en las próximas entradas y brevemente tres temas: los hechos, la ideología encarnada y la respuesta del pueblo ante «el glorioso acontecimiento»
Estad atentos
