Los sufrimientos provienen, frecuentemente, de nuestras propias faltas: tendríamos menos que padecer, si fuéramos más moderados en nuestros deseos, más razonables en nuestros proyectos, más sobrios y templados en nuestra vida.
Dios permite el dolor, ya para hacernos expiar nuestros pecados, ya para probar nuestra fidelidad, así en la desgracia como en la dicha; ya finalmente, para desasirnos de este mundo de destierro y obligarnos a considerar el cielo como nuestra verdadera patria.
1º Los males del cuerpo son, generalmente debidos a las culpas del hombre. ¡Cuántas enfermedades son el resultado de la sensualidad y de la intemperancia! Son una expiación que la naturaleza impone a los que infringen sus leyes.
2º Hay otros males que son consecuencia de leyes generales establecidas por Dios para el gobierno del mundo: un hombre cae en el fuego, se quema. ¿Está Dios obligado a hacer un milagro para impedir este accidente?..
3º Por último los males físicos pueden venirnos también directamente de Dios, sea como castigos por faltas cometidas; sea como pruebas para hacernos adquirir méritos; sea como medios de que Dios se sirve para convertirnos y desapegarnos de los bienes terrenos.
¡Cuántos hombres se perderían, embriagados por los placeres! Dios los detiene por la prueba, por la ruina, por las desgracias. El sufrimiento es para ellos lo que los azotes para el niño. Con el dolor se convierten. Nada aproxima tanto el hombre a Dios como el sufrimiento
R. P. Hillaire, la religión demostrada LOS FUNDAMENTOS DE LA FE CATÓLICA ANTE LA RAZÓN Y LA CIENCIA
