La preocupación por la naturaleza va cobrando agresividad tomando postura. Primero, se dice que uno de los errores de la sociedad humana es verse a sí misma separada de la naturaleza, a la que contempla como una mera fuente de recursos.
Luego, que en la arrogancia del humanismo, la visión antropocéntrica es tal que en el mejor de los casos, sólo llega a defender la conservación de la naturaleza porque es útil para el hombre. Finalmente, hay que superar esa visión superficial, y poner al hombre en su
verdadero lugar, es decir, el de un componente más de la comunidad biótica y, por si fuera poco, un componente inmaduro, de reciente incorporación al conjunto, ningún organismo posee mayor valor intrinseco que los demás.
Como escribe W. Fox «la lección de la ecologia es que debemos compartir nuestro destino tan profunda y apasionadamente como podamos, no porque nos afecte, sino porque la naturaleza es nosotros» .
Quienes mantienen esa postura llegan a preguntarse de dónde le viene al hombre «la arrogancia, la conciencia de superioridad sobre la naturaleza».
Olvidan que cualquier enfoque que se dé a las relaciones hombre-naturaleza será necesariamente un enfoque humano, y por lo tanto antropocéntrico en su origen. Sólo el hombre es capaz de percibir el cosmos y, aunque cupiera el enfoque panteísta de la cita anterior, ese enfoque nace y termina en el hombre.
Aunque afirmen que «la especie humana no es más que un eslabón efimero en la cadena
de los vivientes» o que el pensamiento humano no tiene en el cosmos inerte mayor importancia que el canto de las ranas o el rumor del viento», estas palabras no serán más que fruto de la mente humana, eso sí, materialista
Fox, W., Dep Ecology: a new philosophy of our time?, en The Ecologis 14, 5- 6, 1984, pp. 194-200
Rostand, J., El bombre y la vida, Fondo de Cultura Económica, México 1973, P. 13.
