
En su modo y estado de vida, los cónyuges cristianos tienen su carisma propio en el Pueblo de Dios» (LG 11). Esta gracia propia del sacramento del Matrimonio está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble. Por medio de esta gracia «se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la acogida y educación de los hijos» (LG 11; cf LG 41)