El cuerpo del hombre



participa de la dignidad de la “imagen de Dios”: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu (cf. 1 Cor 6,19-20; 15,44-45).» (Catecismo, 364). En el cuerpo se encuentran las facultades inferiores: las pasiones, los sentimientos, las emociones. Estas deben estar sometidas a las facultades superiores.

Antes del pecado original el hombre vivía en «estado de santidad y de justicia originales» (Catecismo, 384). El estado de Justicia Original traía para el hombre una serie de gracias especiales (Catecismo, 374-379):

Estaba en amistad con su creador y en armonía consigo mismo y con la creación en torno a él.

Tenía “participación de la vida divina”.

Todas las dimensiones de la vida del hombre estaban fortalecidas.

El hombre no debía ni morir (cf. Gén 2,17; 3,19) ni sufrir (cf. Gén 3,16).

Experimentaba la armonía interior de la persona humana, la armonía entre el hombre y la mujer (cf. Gén 2,25), la armonía entre la primera pareja y toda la creación.

Las facultades inferiores estaban sometidas a las facultades superiores.

Tenía “dominio” del mundo que Dios había concedido.

Tenía dominio de sí.

El hombre se hallaba íntegro y ordenado en todo su ser por estar libre de la triple concupiscencia.

El trabajo no le era penoso (cf. Gén 3,17-19).

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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