Paralelismos entre Salmos y Jesucristo



Salmos 22 y la pasión de Jesús, que llevan razonablemente a pensar que Él es el Mesías. Por ejemplo, en la primera parte del primer versículo se lee: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Salmos 22: 1), que son justamente las palabras que Jesús pronunció en la Cruz (cfr. Mateo 27: 46). A su vez, David refiere que los impíos se burlan diciendo: “Este confiaba en el Señor, pues que el Señor lo libre. Si tanto lo quiere, que lo salve” (Salmos 22: 8), que son prácticamente las palabras con que se burlaban de Jesús los líderes judíos (cfr. Mateo 27: 43). Y luego escribe: “Me han desgarrado las manos y los pies” (Salmos 22: 16). Pero esto nunca le pasó directamente a David, sino solo a Jesús en la Cruz. Dos versículos después se lee: “Se han repartido mi ropa entre sí, y sobre ella echan suertes” (Salmos 22: 18), que fue lo que le pasó a Jesús (cfr. Mateo 27: 35).

Ahora, alguien podrá inmediatamente objetar que el argumento no es probatorio por cuanto Jesús podría haber cumplido lo detallado en esos textos para aparentar ser el Mesías. Pero esa objeción es absolutamente absurda no solo porque ese no sería el mejor método para aparentar ser el Mesías (el pueblo de Israel esperaba uno glorioso y no uno sufriente) sino que implicaría decir que ¡Jesús fue tan necio como para dejarse crucificar solo con tal de seguir con su “mentirita”!

Otro podría objetar que más bien lo que sucedió es que los Evangelistas (aquí solo hemos citado a Mateo, pero lo básico también consta en los otros Evangelios) agregaron posteriormente los paralelismos sin que realmente hayan sucedido. Pero esa objeción también es altamente dudosa no solo porque esas supuestas falsificaciones hubieran sido fácilmente desmentidas por los contemporáneos de Jesús (varios de ellos aún estaban vivos cuando se escribieron los Evangelios) sino porque nadie hubiera estado dispuesto a morir por una mentira tan burda en ese contexto.

Sin embargo, sucedió que hasta los propios “falsificadores” dieron su vida por ello. Finalmente, tenemos el pasaje donde el rey David dice: “No dejarás que mi vida termine en el sepulcro, ni permitirás que tu santo sufra la corrupción” (Salmos 16: 10). Pero el cuerpo de David se corrompió en el sepulcro. Por tanto, no parece estar hablando de sí mismo sino más bien, proféticamente, sobre el Mesías que ha de venir, el santo del Señor “de la casa de David”. Y esta profecía se cumplió con la resurrección de Jesucristo

Dante A. Urbina
¿CUÁL ES LA RELIGIÓN VERDADERA?: Demostración racional de en cuál Dios se ha revelado

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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