«No es historiador el hombre que no sabe responder desde el pasado». (Hilaire Belloc)
Entre la innumerable runfla de temas con los que se ataca a la Edad Media (y en especial a la Iglesia) en el «top ten» se encuentra sin duda la famosa «Inquisición medieval». Si hacemos la prueba y le preguntamos a cualquier televidente o cibernauta, dirá sin
acudir al sr. «Google» que la Inquisición es sinónimo de «intolerancia», «tortura», «salvajismo», coreando la melodía conocida.
Se necesita desapasionamiento y estudio para poder acercase a dicha realidad histórica. Pero… qué fue en realidad la «inquisición»? .
Digamos para empezar que se trató de un largo proceso histórico construido por la cosmovisión medieval. Asumidas la cultura greco- romana, como así también lo mejor de las tradiciones de los bárbaros, Europa fue tomando poco a poco una unidad de espíritu más allá de las diferencias locales. El arte, la política,la guerra y el trabajo se vieron
impregnadas por el espíritu evangélico. La vida cotidiana de un medieval del año 1000 era impensable fuera del marco del credo.
Era una sociedad, una civilización que vivía de cara a Dios. Con esto no significa que fuese «santa», sino que su vida era impensable fuera de esa especie de morada común que es la enseñanza de Cristo trasmitida por la Iglesia Romana.Se podría admirar o no al obispo local o bien no compartir una decisión temporal del Papa, pero no se le ocurriría, por ejemplo, cuestionar al papado o al episcopado como institución divina. Más aun, el medioevo era bastante más crítico que nosotros con «lo humano» de la Iglesia; basta para convencerse de esto con leer a san Bernardo o a santa Catalina de Siena y sus duras reprimendas a algunos hombres «de Iglesia». Era este «el tiempo» en que la filosofía del
Evangelio gobernaba los estados, como lo ha señalado León XIII. En este marco, el
cuestionamiento público o la negación del dato revelado, acompañado de contumacia (es
decir de terquedad), constituía propiamente el pecado de herejía, en cuanto a la negación obstinada de alguna verdad de Fe por parte de un bautizado. No se trataba ni del fuero interno de la conciencia ni del ámbito privado o personal (ámbitos siempre juzgados por Dios), sino de la difusión pública de los errores a modo «ministerial», es decir, como si se quisiera enseñar el error «en nombre de la Iglesia» y propagandísticamente. Era justamente esto lo que, al amenazar la paz y el bien común, ponía en riesgo la unidad de la Cristiandad.,
Este tipo de atentados, por cometerse en el seno de una sociedad cristiana, llevaba a la
división ya que se atrevía a desafiar no solo al rey o al obispo local sino al mismo Dios.
Dichas actitudes estremecían a un medieval que tenía suficientemente desarrollado el «temor del Señor » y lo que se llama el sensus fidei (o sentido de la Fe). Veamos cómo razonaba sobre este asunto y en continuidad con toda la Tradición, el gran doctor de la Iglesia, santo Tomás de Aquino, se plantea el caso de la herejía en cuanto pecado y en cuanto delito penal existente en el Medioevo por ser causa de desunión: «Acerca de los herejes deben considerarse dos aspectos: uno por parte de ellos; otro por parte de la Iglesia. Por parte de ellos está el pecado por el que no solo merecen ser separados de la Iglesia por la excomunión, sino también excluidos del mundo por la muerte;, pues mucho más grave es corromper la fe, vida del alma, que falsificar moneda, con que se sustenta la
vida temporal, Y si tales falsificadores y otros malhechores al momento son justamente entregados a la muerte por los príncipes seculares, con más razón los herejes, al momento de ser convictos de herejía, pueden no solo ser excomulgados sino justamente muertos.
Por parte de la Iglesia está la misericordia en orden a la conversión de los que yerran. Por eso no condena inmediatamente, sino luego de una primera y segunda corrección», como enseña el Apóstol (Tit. 3,10). Pero si alguno se mantiene pertinaz, la Iglesia, no esperando su conversión, lo separa de sí por sentencia de excomunión, velando por la salud
de los demás. Y más aun, lo entrega al juicio secular para su exterminio del mundo por la muerte» 3. » Duras son estas palabras!»-diríamos hoy en día. Es que la Fe se había hecho carne en la Edad Media al punto que, como decía el Aquinate, era más grave corromperla que falsificar la moneda… y si por falsificar la moneda existía la pena de muerte (porque se defraudaba al mismo reino), jcuánto más por corromper la Fe! Pero anotemos lo que dice: la Iglesia imponía una «pena espirituaľ» (la excomunión, por ejemplo), pero era el «poder secular» el que imponía la corrección penal.Se nos dirá que es muy duro, que «por opinar distinto» lo penaban a uno, que no se respetaban sus derechos humanos, etc., etc.; para
poder entenderlo, quizás convenga compararlo con lo que en la actualidad son las «verdades» políticamente correctas y las excomuniones que se infligen tan siquiera por discutirlas; «el holocausto», «los derechos humanos», «la democracia», son solo algunos ejemplos por los que recibiríamos una sanción penal ante el solo hecho de ponerlos en discusión. Pero volvamos al tema… que se fue preparando lo que luego se Ilamará la Inquisición?
Preparación y antecedentes Como todo en la historia, nada nace de la nada. La represión de la herejía en el Medioevo no presenta tampoco el carácter de un fenómeno nuevo. Esta institución es la concreción del conjunto de una legislación
RAMIRO SÁENZ, La inquisición medieval. Una institución de la Cristiandad, Gladius 53 (2002), 49-98.
CRISTIÁN ITURRALDE, La Inquisición, un tribunal de misericordia
Encíclica Inmortale Dei, n 9.
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, Il-llae, q. 11, a. 3.
*Para quien desee ver de modo encarnado lo que es la pena por negar la historia oficial, vea el precioso film de Wajda titulado «Katyn», que trata acerca de la matanza de los polacos en manos rusos
