Nietzsche describió el mundo moderno como aquel en el que Dios había muerto. Dios, que nos había creado a imagen y semejanza suya, y al que aspirábamos a alcanzar, dejaba su lugar para siempre. Pero en la sociedad del espectáculo, ese
punto de referencia mimético que era Dios estalla en una serie siempre variable y creciente de semidioses mundanos a los que asemejarse y adorar. Así, el fan anhela la comunión con su ídolo. Desespera por el encuentro. A veces desea simplemente tocarlo, conseguir un contacto de cualquier tipo, aunque sea un mero roce. Si llegara a dar con con una una prenda suya o con un simple cabello, le daría el trato de una reliquia. Lo cierto es que hoy estamos llamados a crearnos a nosotros mismos a imagen y semejanza de la farándula y sus influencers: el 97 % de los miembros de la <Academia Americana de Cirugía Plástica Facial y Reconstructiva> entienden que las celebridades tienen un impacto directo sobre la decisión de las personas de someterse a ese tipo de intervenciones quirúrgicas.
En nuestro mundo sin Dios, los semidioses aparecen y desaparecen sin cesar en todas partes, y ejercen un influjo muy
concreto en las vidas de millones de individuos.
Después de todo, el hombre frenético que anuncia en Nietzsche la muerte de Dios se pregunta: <iNo tenemos que volvernos nosotros mismos dioses para ser siquiera dignos de él?>.
La farándula tiene hoy rasgos divinos. Quiere la omnipresencia:
siempre disponibles para ser vigilados, presentes en todas partes, acompañando a sus seguidores a todo lugar y en todo momento. Gracias a las tecnologías digitales, la vigilancia se extiende a sus hogares, a sus familias, a sus comidas, a sus vacaciones, a sus amores y desamores, a sus enfermedades, a sus vidas. Aparecen y desaparecen al ritmo del clic, del touching y del scrolling. Ya no deben esperar a tener una entrevista o ser invitados a algún medio de comunicación para gozar de una determinada influencia. La farándula influencia a millones de
personas todos los días, todo el día, en cualquier contexto: de ahí que ahora hablemos también de influencers. Por otro lado, la farándula pretende la omnisciencia: no dice que lo sabe todo, pero habitualmente opina de todas las cosas, sin ninguna
preparación, y lo hace como si la tuviera. ¿Qué opinan del ab0rtø? ¿Qué opinan de la eutånasįa? ¿Qué opinan de los efectos sociales de las dr0gas? ¿Qué opinan de los llamados <niños tr@ns>? ¿Que opinan del curso del curso de la economía? :Qué opinan de una p@nd3mia? :Qué opinan del cambio clim@tico? ¿Qué opinan de tal o cual guerra? ¿Qué opinan de tal o cual política? Cuál es el secreto de la felicidad?
La farándula siempre se siente lista para opinar de todos los temas con una seguridad abrumadora; incluso se les abren las puertas de Naciones Unidas para que lo hagan. Finalmente, los fans le atribuyen a la farándula omnipotencia: ella todo lo puede, su libertad no tiene límites, por eso saltan del cine a la política, del deporte al modelaje, de la serie televisiva a la música, del nopor a la literatura
Desde el punto de vista de las personas corrientes, o los admiradores, la celebridad suele experimentarse como un ámbito de posibilidades sin limitaciones
Para los admiradores, la celebridad es lo único que
es auténtico, libre, trascendente. Rendir culto a la
celebridad de este modo es proyectar parte del yo
sobre el otro idealizado y, por tanto, experimentar
con una fantasía segura (en realidad, sellada
herméticamente) acerca de las posibilidades de la
vida
AAFPRS 2018 Annual Survey Reveals Key Trends in Facial Plastic Surgery>, American Academy of Facial Plastic and
Reconstructive Surgery, 23 enero 2019 https://www.aafprs.org/AAFPRS/NewS-
Patient-Safety/Annual_Survey.aspx
Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125. En Obras completas, vol. III (Madrid: .. Tecnos, 2014), PP. 803.
Elliott, Dar la talla, p. 93
