«para que siempre se practique en ella un culto puro, libre y piadoso. Al pronunciar estas palabras, se acerca a la puerta y la toca con su báculo, diciendo en alta voz:
«Príncipes, levantad vuestras puertas: abríos puertas eternas, y entrará el Rey de la Gloria»
¿Quién es ese Rey de Gloria? (pregunta el diácono)
El pontífice y el clero responden: Es el Señor de los Ejercitos, que es el Rey de la Gloria, y ellos añaden: Abrid, abrid, abrid!!
En este momento la puerta se abre, y el obispo traza con su báculo la señal de la cruz sobre el umbral, diciendo «Paz en esta casa», a lo que el diácono responde: A vuestra entrada». El coro entona un canto de paz y repite las palabras del Evangelio: «Zaqueo Baja pronto…» y termina así: «Hoy, la salvación ha llegado a esta cada de parte de Dios»
(Lucas 19,5)
