En el Apocalipsis, el libro del Nuevo Testamento que los católicos denominan “icono de la liturgia”, Cristo aparece como cordero destinado al Sacrificio (Apocalipsis 5,6) Es la sangre de este Cordero, ofrecida en sacrificio, la que “quita los pecados del mundo (Juan 1, 29)La ofrenda está ahora en el cielo, donde Juan la vio. Pero el cielo y la tierra se juntan en la Misa. A los padres de la Iglesia les gusta citar al profeta Isaías cuando hablan del sacrificio eucarístico y de su poder para lavar los pecados: Mira, esto (una brasa encendida) ha tocado tus labios, tu culpa ha sido quitada, y tu pecado perdonado (Isaías 6,7). Para los primeros cristianos, esa “brasa encendida” presagia al Santísimo Sacramento, el pan bajado del altar del cielo para purificar a la iglesia en oración
La fe es razonable (Scott Hahn)
