Estos delirios de “comunismo sexûâl” incluían marchas de la desnudez, “ligas de amor libre”, proyectos de instalación de cabinas públicas para tener relaciones sexûãles, entre otras ideas cuyo trasfondo era el más sórdido materialismo que reducía la experiencia del amor a una necesidad fisiológica más que, como tal, el Estado debía atender y planificar.
Tan así era, que el célebre periódico soviético Pravda publicó en su edición del 7 de mayo de 1925 un artículo que, entre otras cosas, decía: “Los estudiantes desconfían de las jóvenes comunistas que se niegan a acostarse con ellos. Las consideran como pequeño-burguesas retrasadas que no han sabido liberarse de los prejuicios de la antigua sociedad. Existe una opinión según la cual no sólo la abstinencia, sino también la maternidad, proceden de una ideología burguesa”. La “mujer liberada” soviética no era, pues, otra cosa que el conducto a través del cual el hombre satisfacía sus necesidades materiales.
Y cuando aquélla no se prestaba a tal cosa, su negativa era leída, como no podía ser de otra manera, en términos de “lucha de clases”. En una carta publicada en la misma edición de Pravda, una mujer soviética escribía: “Otro comunista, marido de mi amiga, me propuso que me acostara con él una sola noche, so pretexto de que su mujer, indispuesta, no podía satisfacerle de momento. Cuando me negué, me trató de burguesa estúpida, incapaz de elevarme a la altura de la mentalidad comunista”
Nicolás Márquez y Agustín Laje. El Libro Negro de la Nūëva Izquīērda: Ideolœgįa de génęrº o subversión cultural
