Para comulgar dignamente (año 681)

(Sermón sobre la Santa Sínaxis) San Anastasio Sinaita Para comulgar dignamente (año 681) (Sermón sobre la Santa Sínaxis) San Anastasio Sinaita Grande es nuestra miseria, carísimos. Porque debiéramos tener el espíritu encendido, atento en la oración y en la súplica, principalmente en la celebración del misterio eucarístico, y estar llenos de temor y temblor enSigue leyendo «Para comulgar dignamente (año 681)»

Esos cristianos…

Quien dice «Yo creo», dice «Yo me adhiero a lo que nosotros creemos». La comunión en la fe necesita un lenguaje común de la fe, normativo para todos y que nos una en la misma confesión de fe. Misa en Manila enero 2015, 6 millones de fieles, país rodeado de países musulmanes

Tradición

La transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo, es llamada la Tradición en cuanto distinta de la sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, «la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree» (DV 8) «Las palabrasSigue leyendo «Tradición»

DEBEMOS SER SENCILLOS, HUMILDES Y PUROS

La venida al mundo del Verbo del Padre, tan digno, tan santo y tan glorioso, fue anunciada por el Padre altísimo, por boca de su santo arcángel Gabriel, a la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno recibió una auténtica naturaleza humana, frágil como la nuestra. Él, siendo rico sobre toda ponderación, quiso elegirSigue leyendo «DEBEMOS SER SENCILLOS, HUMILDES Y PUROS»

¡OH BANQUETE PRECIOSO Y ADMIRABLE!

De las Obras de santo Tomás de Aquino, presbítero (Opúsculo 57, En la fiesta del Cuerpo de Cristo, lect. 1-4) El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres. Además, entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros. Porque,Sigue leyendo «¡OH BANQUETE PRECIOSO Y ADMIRABLE!»

Misericordia

Miseria y corazón. Significa poner el corazón en la miseria, es decir, amar al otro a pesar de sus faltas y pecados, es decir, de sus miserias. Así nos ama Dios y así estamos llamados a amar a los demás: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6, 36).