Tan grande

Algunas personas no querrán hacer esto porque es una situación de vulnerabilidad y pequeñez. Podemos decir que de alguna manera—no en el sentido humano— ¿Dios es vulnerable? Su “divina vulnerabilidad” es inesperada, pero una forma de amor. Eso es correcto. Como dijimos anteriormente, el modo en el que se presenta en la Eucaristía es vulnerable, frágil, indefenso, y esta es una señal de amor; Dios nos ama para hacerse vulnerable e indefenso en la Cruz, y al principio incluso en la cuna. Los misterios de la cuna, de la Cruz, y de la Eucaristía forman una unidad. La Eucaristía es aún más profundamente vulnerable e indefenso porque todos pueden cogerlo y hacer lo que quieran con Él.
Pero por su parte, no es del todo debilidad. No. No es debilidad. Más bien, es el poder todopoderoso del Amor en la Eucaristía, en su pequeñez. Hay una historia que leí una vez de una niña pequeña que se estaba preparando para su Primera Comunión y tenía un tío que era ateo, que quería perturbar su fe, para debilitarla. Él le preguntó, «¿ Tú te crees que ese trozo de pan es Cristo? Sí, lo aprendí en el catecismo,—dijo ella—. Pero tú has aprendido en el catecismo que Dios es infinito. Nada puede contener a Dios—le replicó su tío—. Sí, también he aprendido esto: Dios es inmenso y todopoderoso, así que Dios es grande,—respondió ella—. Pero ¿cómo, si Dios es inmenso,—insistió a su sobrina— puede estar contenido en esta pequeña hostia, como has dicho?—Y ella lo miró y dijo— Dios es tan grande que tiene espacio en mi pequeño corazón y es tan grande que no cabe en tu mente». Fue una bonita respuesta de una niña pequeña. Verdaderamente, esto nos recuerda a las palabras del Señor, «Has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y las has revelado a los pequeños» (Mt 11,25). La Eucaristía es Nuestro Señor, y creo que la Iglesia puede ser restaurada de nuevo, sólo con la restauración de un reverente culto eucarístico, especialmente en lo que respecta al rito de la Santa Comunión con su necesaria preparación tanto espiritual como exterior.

Athanasius Schneider. Christus vincit!

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