
El «sello del Señor» (San Agustín, Epistula 98, 5), es el sello con que el Espíritu Santo nos ha marcado «para el día de la redención» (Ef 4,30; cf Ef 1,13-14; 2 Co 1,21-22). «El Bautismo, en efecto, es el sello de la vida eterna» (San Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 3). El fiel que «guarde el sello» hasta el fin, es decir, que permanezca fiel a las exigencias de su Bautismo, podrá morir marcado con «el signo de la fe» (Plegaria Eucarística I o Canon Romano), con la fe de su Bautismo, en la espera de la visión bienaventurada de Dios —consumación de la fe— y en la esperanza de la resurrección
Después de tantos años, continúa llevando el desayuno a la cama a su esposa