Puesto que de la ignorancia de la religión proceden tantos y tan graves daños, y, por otra parte, son tan grandes la necesidad y utilidad de la formación religiosa, ya que, en vano sería esperar que nadie pueda cumplir las obligaciones de cristiano, si no las conoce; conviene averiguar hora a quién compete preservar a las almas de aquella perniciosa ignorancia e instruirlas en ciencia tan indispensable. Lo cual, Venerables Hermanos, no ofrece dificultad alguna, porque ese gravísimo deber corresponde a los pastores de almas que, efectivamente, se hallan obligados por mandato del mismo Cristo a conocer y apacentar las ovejas, que les están encomendadas. Apacentar es, ante todo, adoctrinar”.
Comunique cada cual al prójimo la gracia según la recibió, como buenos dispensadores de los dones de Dios, los cuales son de muchas maneras.
San Pío X: El Papa Sarto, un papa santo. F.A. Forbes
