Entre la iglesia hay murmuradores, rebeldes, disidentes o pecadores. Sin embargo, permanece unida, a pesar de algunos personajes que encontramos en las misma páginas de Hechos (Ananías y Safira, Hechos 5, 1-11, Simón el Mago de Samaria Hechos 8, 9-24, etc. Pensemos en aquellos réprobos que Pablo menciona en su primera carta a los Corintios.
La iglesia es Divina pero también Humana. Este es el misterio de su existencia encarnada. Como consecuencia de la encarnación del Verbo, el cuerpo crucificado de Jesucristo estuvo cubierto de suciedad y saliva. En cada época de la historia los pecadores, que formamos parte de la Iglesia (nadie es impecable), somos la suciedad que recubre el Cuerpo de Cristo.
Pero en la experiencia Católica, ¡incluso los pecadores testimoniamos la Unidad de la Iglesia¡
La palabra «Misterio» también es importante en este punto, porque es otro término que san Pablo aplica a la iglesia (Efesios 5,32). Un misterio es algo oculto a la luz, algo que solo se puede conocer por la fe. Cuando miramos la Iglesia, vemos y oímos su componente humano, que es también una realidad sociológica. Pero, con los ojos de fe, como Pablo, debemos discernir el auténtico misterio, el único e indiviso «Cuerpo de Cristo». Lo cual significa afirmar algo que no aparece ante nuestros ojos, porque es objeto de fe sobrenatural.
Trigo y Cizaña
