La humildad de los ángeles



Con su intelecto vieron todas las consecuencias y las aceptaron. La tradición mantiene que el orgullo era tan poderoso en Lucifer y en sus seguidores que prefirieron el ego—” yo soy yo”, dijo Lucifer— y luego, en el medio de esta prueba, uno de los ángeles menores, San Miguel, que pertenecía al penúltimo coro dijo: «Quis ut Deus?» (¿ Quién como Dios?). Y con esta humilde palabra San Miguel arrojó a Lucifer y a sus seguidores desde el Cielo al abismo. Mi ángel de la guarda y cada ángel de la guarda se mantuvieron fieles a Dios en este en esta prueba y aceptaron a Cristo con un espíritu de humildad y de servicio. Por lo tanto, desde entonces, el deseo más ferviente de cada ángel es algún día convertirse en un humilde servidor, en un ángel de la guarda de algún ser humano. Cada ángel lo desea ardientemente. La ambición de cada ángel es postrarse. Su “carrera soñada” es ser pequeño para bajar, y no ascender como los hombres en su ambición profesional. El ser humano por las heridas del pecado original, incluido el orgullo, desea seguir una carrera en la que busca altas posiciones. (Desgraciadamente de alguna manera esto es lo que podríamos llamar el pecado original de los clérigos: llegar a altas posiciones). Y esto se opone a lo que los santos ángeles desean. En su carrera se mueven hacia abajo. Por ejemplo, cuando un querubín se convierte en un ángel de la guarda por un tiempo limitado, durante la vida de una persona, desciende del segundo coro hasta el noveno. Es despojado y reducido en su dignidad a uno de los más bajos, y este es su deseo más profundo: ser pequeño, imitar a Cristo el Señor, ser un sirviente. Sin embargo, la ambición de cada ángel es ser un día un ángel de la guarda, experimentar las líneas más bajas del último umbral del coro de los ángeles y el servicio paciente de una persona humana. Luego, cuando termina su servicio como ángel de la guarda, regresa a su coro original

Athanasius Schneider. Christus vincit!

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

Deja un comentario