La obligación de un obispo es proclamar la verdad de Dios e interpretarla al pueblo, y yo considero como deber sagrado el hablar francamente en su defensa. Estoy dispuesto a cualquier sacrificio por la salvación de las almas. Vosotros, que sois celosos por las cosas de Dios, ayudadme, trabajad conmigo y Dios nos dará la gracia necesaria para cumplir nuestros propósitos
