«Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.” Dicho esto, sopló y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. (Jn 20, 21-23). Como lo vemos, es Voluntad del mismo Dios que nos confesemos con un sacerdote:
Porque al ser humano y frágil comprende nuestra fragilidad. Si fuera San Miguel nos partiría en dos con su espada.
Porque no absuelve en su propio nombre sino en el del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Porque él nos puede aconsejar y orientar en la lucha.
Si la confesión fuese un invento de la Iglesia ¿qué ganaría con eso sino problemas y cargas? ¿Acaso será muy bueno sentarse por horas a escuchar los problemas y miserias de los demás?
“Yo no me confieso con un cura más pecador que yo”. ¿Cuántas veces has contado todas tus miserias a tus amigos que son igual o más pecadores que tú?
