Estos medios actúan en la socialización por lo menos de dos maneras. En primer lugar, diseñando y ofreciendo modelos de acción a imitar o a rechazar, con sus respectivos mecanismos de refuerzo (modas, gratificaciones, inclusión) o de sanciones (ridiculización, marginación, ostracismo). En síntesis, el llamado «proceso de modelaje» funciona así: el sujeto recibe durante tiempo sostenido distintos modelos de acción a los que se les asocian recompensas o castigos; el sujeto puede poner en práctica el modelo sugerido; en tal caso, si en el marco de su propia experiencia los premios o los castigos tienen lugar, el modelo se percibirá correcto y será naturalizado. ¿No es lo que pasa, acaso, con la imitación que los corrientes mortales hacen de los famosos y sus extravagancias que devienen modas? Piénsese en un ejemplo opuesto, pero más político: un adolescente escucha diariamente en los medios que el feminismo constituye una lucha justa que ha de apoyarse sin cortapisas y que los detractores son poco menos que fascistas que «odian a las mujeres».
Pero recientemente el mismo joven ha pasado frente a una marcha feminista en la cual presenció cómo un grupo de militantes se dedicaba a atacar personas y bienes ajenos. Después, comentó en su clase que él ya no se adhiere a estas formas del feminismo, lo que le valió pasar un mal rato de agresividad verbal por parte de compañeros y docentes. Luego, es probable que haya comprendido que el medio de comunicación le había ofrecido un buen modelo a seguir, y que si él lo hubiera implementado (esto es: si no hubiera contradicho la opinión dominante impuesta por el medio) no hubiera pasado tan mal trago. En segundo lugar, los medios de comunicación masiva configuran expectativas sociales respecto de los distintos grupos que existen en la sociedad y sus miembros.
En otras palabras, comunican aquello que uno debe esperar del comportamiento de otro, en virtud de las características que este otro reviste y que han sido ya internalizadas por uno a partir de la información otorgada por el medio. Así llegamos a conocer de segunda mano distintos aspectos del orden social, y con arreglo a ello es posible adoptar guías de acción bien concretas. Por ejemplo, ¿cómo tratar con un policía? Es probable que el medio masivo ya haya mostrado reiteradamente situaciones a partir de las cuales elaboramos expectativas respecto de cómo es un policía, qué debemos esperar de un intercambio con él y, por tanto, cómo deberíamos proceder.
De tal suerte que, si la definición adquirida sobre el policía lo muestra como un sujeto sobornable, es posible que al cometerse una infracción de tránsito se procure comprar su silencio, a pesar de nunca haber pasado antes por semejante situación. Así, los medios generan modelos, configuran expectativas y terminan orientando en muchos casos la acción.
AGUSTIN LAJE, LA BATALLA CULTURAL REFLEXIONES CRÍTICAS PARA UNA NUEVA DERECHA
